In The Black Fantastic, una nueva exposición a la batuta de Ekow Eshun en la Hayward Gallery de Londres, es un catalizador perfectamente sincronizado de emoción y aliento para el futuro. Sus méritos no radican simplemente en la interesante exhibición de artistas negros que, entre los nombres más conocidos, incluyen aquellos a los que hay que mirar y aquellos cuya atención se ha retrasado mucho. Hay una energía en el programa que culmina en una perspectiva inspiradora que mira hacia el futuro, efervescente con una energía y un recordatorio de que hay mucho más por venir. Este mensaje está en el centro de la agenda afrofuturista.
El término afrofuturismo se acuñó por primera vez en 1993. Es ficción especulativa; un futuro que encuentra su material de origen en el pasado, energizado por recuerdos que buscan ser reescritos y reinventados. En esencia, pregunta no solo quién es dueño del futuro, sino también quién tiene derecho a razonar, contar y especular sobre él. Inicialmente profundamente entrelazado con el razonamiento de la diáspora africana, florece con muchos significados y se resiste a la tipificación monolítica. Pero en esencia, como palabra clave, busca desarraigar, desarmar y reinventar el cliché estancado de África, imaginando una nueva agencia autodefinida sobre un ideal futurista y una imagen que explora las infinitas y fantásticas posibilidades de los futuros negros.